Parada en Martinique

 

24 de abril de 2010

Partimos de Dominica rumbo Martinica. Tenemos aproximadamente unas 75 millas por delante. Las primeras 25 millas debemos navegar a sotavento de Dominica hasta que quedamos a mar abierto, otras 25 millas más. Una vez llegamos a la punta de Martinica nos quedan 20 millas resguardados por la isla. La navegación a sotavento de las dos islas las tenemos que hacer a motor ya que no sopla absolutamente nada de viento. Una vez en mar abierto tenemos un descuartelar de entre 16’ y 22’ que hacemos con un rizo en la mayor y todo el yanquie.

Llegamos a nuestro punto de partida y vamos reconociendo los lugares en que ya hemos estado: St. Pietre, Fort de France… y decidimos pasar la noche en Grand Arse d’Arlet. Hay muchísimos barcos fondeados. Ya estuvimos en esta bahía pero solo paramos a comer. Qué diferentes se ven las cosas sin prisas. Esta vez disfrutamos más del lugar que tiene un entorno muy bonito.


Levamos ancla y navegamos hasta Le Marin. A partir de aquí hay que tener cuidado con los aparejos de pesca ya que ya se puede pescar porque no hay ciguatera. Fondeamos en El Cul de Sac. ¡Cuánto barco! Esto está a tope, tope. Desembarcamos en la isla sin duda más europea del Caribe, al menos de las que conocemos hasta ahora. Parece que estemos en el viejo continente. Todo es muy francés, se aprecia mucho el nivel de vida más elevado y qué diferencia si lo comparamos con Dominica que está solo a unas pocas millas de aquí. También notamos en el bolsillo que volvemos a los euros.

En el supermercado hay de todo. Volvemos a comprar carne y pescado que llevábamos días sin comer y un poco de ensalada. Empiezas a apreciar algunas cosas que a veces no se valoran. No siempre puedes comer lo que quieras; a veces no hay de una cosa, otras están demasiado caras y nos vamos adaptando a lo que toque. Muchas veces la fruta es muy cara y “postreamos” fruta en almíbar con un poco de leche condensada y nos sabe a gloria. Baguettes francesas, qué rico, cuánto hacía que no comíamos un pan así…


27 de abril de 2010

Entramos al puerto después de dos meses y medio sin hacerlo y nuestro barquito ya nos lo pedía a gritos. Quiere lavarse un poco de tanta sal. También hacemos varios trabajos de mantenimiento: sustituimos el impeler, cambio de aceite, correas del alternador, limpieza a fondo…

Conocemos a un barco español con el que compartimos unos buenos ratos cada día. Pep, del Doria, es todo un personaje y tiene mil anécdotas que contar. Lleva mucho tiempo navegando por diferentes lugares y ha estado por Argentina y Brasil. Es mallorquín y para mí es un gusto poder hablar en catalán. Si ya es difícil poder hablar en castellano, en catalán aún más.

También conocemos a Carlos José y Clementina, una pareja de colombianos, del catamarán Yesterday, que nos cuentan varias cosas sobre su país, información muy valiosa para nosotros ya que pensamos ir para allá en un futuro no tan lejano.

Aunque nos encante charlar con gente de todas partes, es un respiro encontrarte con personas que hablan tu idioma. Parece ser un sentimiento recíproco también para ellos.

Daniel, un argentino de Quilmes; un francés que viaja haciendo auto-stop de barco a barco, un polaco políglota, un inglés solitario en un 24 pies… Ya se empieza a notar un ambiente diferente; los barcos que vienen para pocos meses y regresan para Europa ya se están yendo y todos los que quedan parecen tener otra predisposición ante los demás.


Aprovechamos para ajustar la jarcia pero Jose encuentra que hay un tensor gripado. Tenemos que cambiarlo por uno nuevo y decidimos que unos profesionales nos pongan a punto toda la jarcia. Tenemos un pequeño problema a la hora de pagar y es que nos quieren cobrar cuatro horas de trabajo, argumentando que fueron dos personas las que vinieron al barco pero yo me niego a pagar algo que no es, ya que la segunda persona que vino se pasó todo el tiempo hablando por teléfono. Finalmente ceden a cobrar las dos horas que tocan.


Íbamos a salir el domingo pero esperamos a Ángel un día más, para saludarlo y poder charlar de nuestras respectivas aventuras. Él ha estado todo este tiempo en Les Santes y Maria Galante. Se queda un tiempo más en Le Marin y nos reencontraremos por Las Grenadines. Nosotros seguimos bajando, íbamos a parar en Martinica un par de días y ya llevamos una semana. Pero es lo bueno de no tener prisa; que te apetece, te quedas.

 

 

 

Rodney Bay, Castries & Marigot Bay


2 de mayo de 2010

St. Lucía se encuentra solo a 21 millas de Martinque, así que en tres horas ya estamos fondeados en Rodney Bay, al norte de la isla.

 

St. Lucia es un estado independiente, excolonia inglesa y como en la mayoría de islas que ahora son independientes, se habla inglés, se conduce por la izquierda y la moneda es el dólar EC.

 

Rodney Bay es una bahía grande y dentro, en el Lagoon,  hay una marina y otro  fondeadero que está muy protegido pero con el inconveniente de no poder bañarse por el estancamiento del agua.  La marina es coqueta y con un semejante a la de Jolly Harbour, en Antigua. Todo muy bien cuidado, grandes mansiones con embarcadero propio y el contraste del barrio de Gros Ilet donde hay que tener cuidado.

 

Hacer la entrada nos cuesta 40 EC$ (=13 €). Nuevo sellito en el pasaporte y ya estamos legales.

Hay un un gran supermercado en el Lagoon donde los precios son bastante buenos y es un buen lugar para compras. También hay un centro comercial con muchas tiendas para pasear,  volver a la “civilización” y a la tentación  a consumir.

 

4 de mayo de 2010

Nos dirigimos a Castries donde entramos solo para echar un vistazo, una bahía alargada y poco ancha donde apenas hay un par de barcos fondeados y un gran crucero. No tiene demasiado atractivo, así que proseguimos hasta la próxima bahía.

 

Entramos a Marigot Bay, unas millas más al sur, con intención de pasar la noche. Marigot es una bahía muy hermosa llena de manglares, palmeras y una pequeña marina.

Está a reventar. La bahía es estrecha,  con boyas al fondo y a los laterales. Las del fondo, pertenecen a la marina y cuestan 25 US$ y las no oficiales no son fiables. Casi todos los barcos fondeados son de charter, unos casi pegados a los otros; como suba o role el viento preferimos no estar allí, así que la visitamos y nos marchamos.

Solo salir de Marigot encontramos un bonito lugar, Anse Pilori,  que tenemos solo para nosotros y paramos a comer. La guía dice que solo está permitido fondear hasta las 5 de la tarde.

Proseguimos navegando cerca de tierra ya que la línea de costa es muy bonita y vamos divisando los pueblecitos y pequeñas bahías. Pasamos el segundo chubasco del día que dibuja un maravilloso arco iris en el paisaje.


  


Soufriere & Pitons


 

4 de mayo de 2010

Nos vamos acercando a los Pitons, dos montañas gemelas puntiagudas y elevadas que se alzan con mucha fuerza y forman un paisaje impresionante. Cuando todavía no hemos llegado a Sufriere, ya se nos acerca una barquita, vamos advertidos que aquí hay que tener cuidado. ¡Son unos diablos! Nos decía el inglés solitario… No vemos apenas barcos fondeados en la gran bahía y aquí hay que evitar estar solos ya que ha habido múltiples robos en los últimos dos años. Preferimos pasar la noche entre los Pitons, donde hay un fondeadero con varios barcos. Allí nos cogemos a una boya ya que es imposible fondear debido a que el fondo marino sigue la pendiente de la montaña y cae en picado. Al rato vienen a cobrar la boya , 40 EC$ (13 € aprox.) por dos noches.

Estamos muy cerca de la orilla y distinguimos perfectamente todos los elementos de tierra: vegetación diversa, vacas… los distintos cantos de las aves parecen competir a ver cuál lo hace más alto.

A medida que va cayendo el sol la sombra del pitón más alto cobra fuerza en una noche estrellada. Contemplamos desde la bañera las líneas de las laderas. Es maravilloso poder estar aquí.

 

 A la mañana siguiente hacemos con el dinghy dos millas hasta el pueblo, Sufriere. Es un pueblo pintoresco dominado por la escena de los pitones. Una línea de casas conforman la parte este del pueblo. Se ve un barrio muy humilde y pobre. Solo llegar al dock alguien nos dice que no nos preocupemos que nos cuida el dinghy. No gracias, no vamos a ir lejos. Lo atamos y nos marchamos a caminar por las cuatro calles y a comprar el pan.

Vamos a hacer la salida de la isla y nos preguntan si tenemos el permiso para fondear en los pitones. Le enseño el resguardo de la boya, pero eso no es. Hala! A pagar otra vez, 25 EC$ por el permiso de estar entre los Pitones. No es mucho pero vas sumando y sumando y te das cuenta que no resulta barato el Caribe. Hay que pagar por todo. Llegamos 20 años tardes… alguien decía.


Nos vamos hacia el extremo sureste de la isla para salir mañana desde allí, Vieux Fort. Dice en la guía que no es nada turístico y se puede sufrir un choque de culturas. Así es, no hay ni un solo barco fondeado. Ahora, sí, nosotros. Al cabo de un rato llega otro velero canadiense al que nos acercamos más tarde a saludar. Va un hombre solo y nos cuenta que espera a alguien que llega al aeropuerto al día siguiente. El fondeadero es muy bonito, comemos y nos subimos a la neumática con dos depósitos para cargar gasoil. Amarramos al dinghy en el puerto pesquero y decenas de chicos ya nos están esperando. No sé si fue el choque de culturas o qué pero no tuvimos una experiencia muy buena y nos dio bastante mal rollo. “Yo te cuido el dinghy” “Yo te llevo a la gasolinera” “Yo te llamo a un taxi” “Yo…” todos nos abordaban y no podíamos ni pensar qué queríamos hacer. Jose soluciona rápido la cosa “Sólo hablo español” Gracias, Jose, todo el marrón para mí.

No se puede atar el dinghy, no nos fiamos de dejarlo e irnos. Hay que caminar un poco para la gasolinera. Bueno, yo me quedo y Jose va a por el gasoil, pero nos damos cuenta de que solo hemos traído mi tarjeta y no tenemos suficiente cash. Bien, voy yo y cargo mitad de cada depósito para ir compensada en peso y poder traerlo. Me empiezo a alejar en dirección a la gasolinera y a medida que me voy adentrando no me gusta nada el ambiente. Vuelvo. Vámonos, ya cargaremos en Saint Vincent. Tenemos más de medio depósito aún. Uno de los tipos cuando ve que nos volvemos a subir en el dinghy con los depósitos vacíos se pone a gritar como un loco. “¿Qué le pasa a este?” nos miramos extrañados. El tema es que en muchos sitios son pesados pero cuando ya no te sientes seguro es mejor darse la vuelta y regresar. Se ven varios chavales que están muy colgados y van un poco pasados.


A las 5:30 de la mañana ya estamos levantados, desayunamos e izamos velas rumbo a una nueva isla: Saint Vincent.